José Luis Rejano en el cuartel de las Virtudes Cardinales.
Imágenes de una corporación (VIII parte)
El Cuartel de las Virtudes es uno más de la localidad de Puente-Genil y al igual que en los demás se asiste para compartir; no solo mesa y mantel con los hermanos, sino también muchos más valores como son la poesía, los cánticos, oración a sus titulares y al patrón, presentaciones culturales como esta revista, trabajar para que todo esté a punto, otorgar merecidos homenajes, además de sentir recuerdos añorados y vivencias cargadas de pasión y sentimiento.
Da igual que seas hermano de la corporación o invitado, tendrás la misma acogida. Fue la tarde de un sábado de romanos a la que asistes invitado a la presentación de un nuevo ejemplar de la revista Amalthea, al llegar encuentras a numerosos hermanos; algunos en la puerta, otros en el portal y la mayoría en el gran recibidor o antesala del cuartel, coronado con una iluminada claraboya dándole un aspecto de claustro, donde sus galerías se encuentran adornadas de coloristas carteles que en su día fueron emblema de la Semana Santa de Puente-Genil.
Volviendo a las personas que allí se concentran, hay que decir que algunas te saludan porque te conocen, otras se presentan y se muestran con ganas de entablar una conversación, siempre se aprende algo en estas improvisadas tertulias, incluso se hacen nuevas amistades y se descubren afinidades entre hermanos. Te llaman “hermano”, con la idea de ofrecerte lo que tienen y de compartirlo contigo, como uno más de la corporación. A la mínima te ofrecen una cerveza y cuando te das cuenta, estas inmerso en una sugestiva conversación, formando parte de un ajetreado murmullo que fluye en el cuartel.
De repente suena un tilín, tilín, tilín, al golpear algo metálico en el botellín de cristal, con el que se pide oído a los asistentes y una voz dice:
- Hermanos podéis pasar al salón, va a dar comienzo la presentación.
Se abren las puertas y al pasar nos sorprende una tenue luz y un agradable aroma a incienso que impregna toda la sala, alineadas vemos seis largas filas de asientos con un pasillo central, mirando hacia un elegante escenario con mesa y atril. Tomamos asiento y de repente nos vemos envueltos en un ambiente ceremonial y es que el ajetreado murmullo ha desaparecido, el silencio y la atención priman sobre los que se encuentran sentados en el escenario.
Comienza la presentación del acto y se hace una completa disección de la revista, desde la portada por el hermano Tomás López Delgado, hasta el último artículo, comentados todos por el hermano Marco Antonio García. Unos son de carácter personal de la corporación, otros emotivos hacia algún hermano, también los hay dedicados a la historia y a los orígenes relacionados con esta fiesta pontana. De hecho es lo que más sorprende en las Virtudes, a pesar de la juventud de sus componentes, cuidan, miman su patrimonio y su pasado como si de un tesoro se tratase, siempre dispuestos a recopilar datos de sus orígenes y custodiarlos. Las paredes se encuentran cubiertas de cuadros con cientos de fotografías que evocan momentos pasados, incluso tienen un testero del salón dedicado a las imágenes históricas en la que aparecen hermanos de generaciones anteriores y algunos solo se les conocen por dichas fotos, por historias escritas en antiguos libros de actas o por la transmisión oral que los hermanos mayores les transmitieron en su día.
La nota poética la puso el hermano José Luis Rejano, que con la pasión que acostumbra recitó los versos del insigne poeta Miguel Romero, bajo el título “La noche del Jueves Santo”. Al terminar salimos al recibidor donde se repartió el nuevo ejemplar de Amalthea a todos los asistentes. Fue el momento para dialogar con los autores y escuchar las interesantes críticas que afloraban al calor de una taza de café con pasteles, incluso algunos llegaron a saborear los combinados que allí se servían.
De izquierda a derecha, Jesús Mendoza Cabello y Francisco J. Delgado Ruiz, entonando unas cuarteleras.
Al caer la noche escuchamos de nuevo el familiar “tilín, tilín, tilín…” y fuimos invitados una vez más a pasar al salón, estancia que había sufrido una total transformación, ahora se presentaba totalmente iluminada con una larguísima mesa de punta a punta y rodeada de sillas en todo su perímetro, en las que fuimos tomando asiento. No faltaba detalle, cada uno tenía un salvamantel impreso con la portada de la revista y dedicado al hermano Manuel Pérez Bascón, apodado cariñosamente el “Pelusa” y que había fallecido recientemente en abril de 2016, siendo uno de los hermanos de más avanzada edad y en esta noche se le recordaba. De nuevo brotaban sus hazañas y sus costumbres, le encantaba meterse en la cocina a preparar tapas para sus hermanos, incluso desarrollo una que lleva su nombre “Papas del Pelusa”.
El presidente José J. Roa abrió la mesa dando la bienvenida a todos incluyendo a los invitados y seguidamente comenzamos a degustar las exquisitas viandas que se nos ofrecían, diluidas con el líquido y frío caldo de la tierra, entre animadas y ruidosas conversaciones pasaban los minutos. Frente a mí y hacia a la izquierda estaba sentado el hermano Jesús Mendoza Cabello, que por causas laborales se encuentra fuera de Puente-Genil, distanciado de su familia y amistades, pero que puntualmente regresa en Cuaresma y Semana Santa al reencuentro con sus hermanos para compartir vivencias en el pueblo, en su cuartel con su gente, como él sabe. Observé como cerraba los ojos, parecía que se estaba concentrando, pero de pronto comenzó a cantar y se rompió el alboroto que allí había concentrado, convirtiéndose en silencio, solo se escuchaba su profunda y melodiosa voz, con la que comenzó a transmitir sus sentimientos, como él sabe hacer, al finalizar comenzaron los vivas, los brindis y se animaron otros hermanos a entonar algunas cuarteleras.
Posteriormente el presidente nos marcaba el siguiente paso, obligado irremediablemente por las manecillas del reloj, era el momento de levantarse y dirigirnos hacia el calvario, para realizar la tradicional subida de romanos. Todos juntos salimos a la calle y descendimos la elevada pendiente de la calle Pósito, para subir por la Cuesta Romero, cruzar el pequeño tramo de Madre de Dios y desembocar al inicio de la Calle Aguilar, sin olvidar las microparadas en las esquinas para compartir unas uvitas con los hermanos. Al llegar al calvario se realiza una larga parada, donde esperamos que el Imperio Romano entone un Miserere y un Stábat Mater bajo el pórtico de Jesús Nazareno, entre una multitud de personas que se reúnen al acto. Seguidamente bajamos tras nuestros pasos para volver al cuartel, no sin antes saludar a numerosas amistades que te vas encontrando por el camino, incluso en ocasiones coincides con lejanos amigos que llevas años sin ver y que gracias a esta arraigada tradición, vuelven con nostalgia a disfrutar de la cuaresma.
Miras el reloj y marca la una de la madrugada, cuando te encuentras de nuevo cruzando las puertas del cuartel, llegas a la zona más íntima de este, donde todo está dispuesto para la cena y las ganas de compartir con los demás se magnifican, sobre todo cuando el presidente se levanta y dedica la pata de la vieja Cuaresmera al hermano Tomás López Delgado, profesor del mítico colegio de Compañía de María y que con sentidas palabras llenas de detalles y agradecimiento supo recoger humildemente, como cuando estuvo ocupando el cargo artístico, donde se encargaba de preparar los ropajes para la exposición de las figuras Virtudes Cardinales y Sibila de Cumas.
De izquierda a derecha, Tomas López Delgado y Marcos Antonio García, momentos en los que intervienen en el Cuartel.
También recuerdo la intervención de Marcos García, recordando la pasada y emotiva comida que la corporación tuvo la certeza de dedicar a todas las madres de los componentes de la misma, como agradecimiento a la labor de todas por su trabajo diario, siempre en beneficio de sus hijos y por tanto de la corporación, como esas túnicas siempre limpias, planchadas y preparadas, en definitiva siempre dispuestas a colaborar desinteresadamente.
Asimismo le siguieron las palabras de Francisco J. Delgado Ruiz, un magnífico orador y persona, también alejado de Puente-Genil reside en Granada y es un enamorado de su pueblo, de sus tradiciones y por supuesto no deja pasar la oportunidad de venir a compartir vivencias con sus hermanos. Un dato curioso y muy personal es que siempre que regresa a su terruño lo primero que hace es visitar a Jesús, aunque en muchas ocasiones solo se queda en el pórtico porque las horas de llegada no coinciden con la apertura del templo, pero allí esta él, dedicando unos minutos de compañía al Nazareno.
El tiempo no se para, pero la jornada si llega a su fin, ya son más de las tres de la mañana y comienza la retirada, nos espera un paseo, cada uno hasta su casa, para un merecido descanso después de esta larga jornada, llena de tantas emociones contenidas en esta tu casa.